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Obra de danza-teatro dirigida por Walter Camertoni, Centro Cultural España Córdoba. Córdoba, Argentina.

ENTRE TANTO NOSOTROS ....

 Walter Camertoni

 

 

Una pantalla de cine que presagia tormentas. Ella y él que se separan. Se habían encontrado en algún puente de Madison, o en Casablanca o en Hiroshima. Ana Magnani ya no sabe como darle vida a su teléfono en La Voz Humana. Y así, en escenas reconocibles, la pantalla de cine nos introduce a este dolor de ellos que están solos, que lloran, que luchan, que se despiertan, que hacen silencio, pero que están solos y .... entre tanto nosotros.

 

La magia de un patio casi colonial en una noche de verano presagia la magia que está a punto de estallar. Siete personas de pie, con siete lámparas, con siete teléfonos, con siete vidas empiezan a moverse a los ritmos que genera en sus latires un solo y único tema musical, variaciones de lo mismo: NE ME QUITES PAS. Cuando uno se dio cuenta, ya es tarde, ya lo atrapó el asombro. Al descubrir cuántas cosas pueden palpitar alrededor de lo mismo.

 

Y ellas quieren seducir, pero no alcanza, caen llevadas por ellos, al sólo efecto de levantarse para un nuevo intento y ellos las tienen en sus manos; ellas caen, desfallecen, a veces en brazos de ellos, a veces sin nadie que las sostenga. Y entre tanto nosotros. Por momentos no alcanzan los sentidos para abarcar todo lo que se asoma, por momentos no alcanza un solo cuerpo para abarcar tantas sensaciones.

 

El espectáculo que diseñó y dirigió Walter Camertoni es un maravilloso discurrir de soledades, de encuentros que no se consuman, una mirada tan dolorosa como poética de este mundo de solos en el que estamos viviendo los seres urbanos del siglo XXI, pero que se vive a pesar de todo. Aún cuando todo pareciera terminar, cuando pareciera que nos condena a muerte esa ausencia de voz que no aparece en el teléfono, hay un impulso vital que nos relanza, que nos pone nuevamente en marcha.

 

Para contar su metáfora el artista se vale de cuatro bailarines -tres mujeres y un varón- y tres actores-dos varones y una mujer a los que instala en un escenario al aire libre dominado por el rojo : las lámparas, los teléfonos, los paneles-sillones-camas. Todo se llena de sentido en cada uno de los momentos del espectáculo, más trabajado desde la fuerza de las emociones y desde la vida que desde el virtuosismo técnico de los integrantes. Y éste es otro de los aciertos; la intensidad dramática de los cuerpos lanzados en ese espacio no distingue la técnica de unos y de otros, la mixtura funciona a la perfección. La armoniosa plasticidad de los cuerpos rítmicos de los bailarines se completa con la fuerza expresiva de los actores desde las cejas hasta los pies y viceversa. Nadie es dueño de nada, todos son partes de todo.

 

La relación con el espacio es tan inmediata como vital, todo es ya y es ahora. Si el centro de la escena en un momento es ocupado por dos mujeres que se buscan en un intento de amor, allá, más atrás, están los varones que se miden y acá adelante la mirada escandalizada de un recato pudoroso que lleva a tomar pastillas para calmar los nervios, y allá en el fondo la soledad de una ducha que limpia los restos de la lucha cotidiana para empezar de nuevo. Así en cada momento.

 

El uso de los objetos, transformados por los propios artistas; es cuidadoso y preciso. Los paneles del comienzo, cobran el valor de reposera o cama solar, o se unen para encerrar a una mujer atrapada entre paredes que no logra superar y terminan aplastándola, se convierten en bancos de plaza o en cama para el amor o el desencuentro. El trabajo con flores, que abarca uno de los momentos del espectáculo remite al desgarro, al apetito feroz que devora sin saciar, al punto que cuando, momentos más tarde una torta con velitas es el centro de un festejo de cumpleaños, la voracidad del reparto remite a las flores desgarradas de un amor que no se corresponde.

 

Y de repente el final, cuando pareciera que todo se termina, despacito, despacito, es posible volver a comenzar. Los cuerpos se mecen rítmicamente asomándose y escondiéndose entre los muros del fondo con tanta soledad como esperanza y, si algo le faltaba, una cascada de luces enmarca hasta el final esta postal del desencuentro. El alma, en algún lugar, se regocija en el impacto de una sacudida bien ganada. Y uno sale convencido de que el arte es vida.

 

                                                                                                                                                                  Ricardo Bertone

 

Este comentario forma parte de la presentación que el autor hizo ante el Instituto Nacional de Teatro, para concursar un cargo de Jurado de Evaluación de Proyectos,

 

 

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